Una reunión que busca evitar el fracaso total: Jara y Bachelet alinean fuerzas de cara al balotaje
En un gesto calculado y cargado de simbolismo político, la expresidenta Michelle Bachelet recibió este jueves a la candidata oficialista Jeannette Jara para sostener un desayuno que el comando de la centroizquierda calificó como “la señal más relevante” antes de la segunda vuelta presidencial. A poco más de dos semanas del balotaje frente al candidato del Partido Republicano, José Antonio Kast, la fotografía entre ambas figuras intenta ordenar un sector que llega dividido, presionado y en evidente desventaja.
La escena, cuidadosamente planificada, no solo busca transmitir unidad; también intenta evitar lo que varios en la propia coalición definen como “el fracaso total”: la pérdida del gobierno frente a una derecha consolidada y un oficialismo tensionado por disputas internas, golpes mediáticos y señales contradictorias provenientes de distintos liderazgos históricos.
Una señal política en medio de tensiones
El encuentro se produce apenas días después de que la reunión entre Kast y el expresidente Eduardo Frei generara un remezón en el comando oficialista, obligando a Jara a acelerar gestos que permitieran reordenar a su electorado más moderado. La presión por lograr reciprocidad en los apoyos históricos llevó nuevamente el foco hacia Bachelet, cuyo silencio comenzaba a transformarse en un riesgo para la campaña.
Fue así como la exmandataria difundió un comunicado público destinado a despejar cualquier duda sobre su posición.
“Chile vive un momento importante. Lo esencial es fortalecer nuestra democracia: participar, informarse y escuchar con respeto”, comenzó señalando Bachelet, antes de entregar un respaldo explícito a la candidata oficialista.
Añadió que “a lo largo de mi vida pública he trabajado con personas comprometidas con el país y con un profundo sentido de servicio. Jeannette Jara es una de ellas: una mujer seria, responsable y dedicada a las políticas públicas que impactan la vida de las familias”.
El gesto, aunque esperado, llega en un minuto en que la campaña de Jara intenta recuperar terreno ante un electorado desencantado y con dificultades para proyectar un mensaje unificado.
Un apoyo que busca recomponer el tablero
Desde el círculo de Jara reconocen que la figura de Bachelet sigue siendo la más influyente dentro del progresismo. Sus intervenciones han mostrado efectos concretos en elecciones anteriores, y su ausencia en la primera parte de la campaña fue interpretada como un vacío que la derecha aprovechó para instalar su propia agenda.
Para Jara, el encuentro fue un golpe de energía:
“Siempre es un orgullo conversar con quien ha sido un tremendo orgullo para nuestro país”, afirmó al salir de la reunión.
Destacó además la importancia del mensaje hacia las mujeres, subrayando que ambas hablaron sobre “los derechos conquistados con esfuerzo y el desafío de seguir avanzando”.
La candidata también relevó la disposición de Bachelet para compartir experiencia “muchas veces, no solo ahora”, apuntando a una relación política que se fortalece justo cuando más lo necesita su campaña.
La urgencia del oficialismo
El oficialismo llega al balotaje con fracturas evidentes. Las señales de Frei hacia Kast, las tensiones dentro de la DC, la incertidumbre en sectores del socialismo y las dificultades para movilizar a su electorado obligan al comando a sumar cada gesto disponible.
Por eso, más que un simple respaldo, la foto Jara–Bachelet busca instalar un mensaje interno: ordenarse o perder.
A nivel externo, la campaña apuesta a que la figura de Bachelet —con alta valoración en mujeres, adultos mayores y sectores populares— ayude a reencauzar la conversación hacia la estabilidad, la gobernabilidad y el respeto institucional, conceptos que la expresidenta enfatizó en su declaración.
“Chile debe avanzar con diálogo, estabilidad y respeto institucional. Los invito a cuidar nuestra democracia”, concluyó la exmandataria.
Un intento por evitar un desenlace adverso
A menos de quince días de la elección, la reunión entre Jara y Bachelet se instala como el movimiento más relevante del oficialismo en semanas. Es un intento por recomponer fuerzas, ordenar a su coalición y recuperar el espacio perdido en medio de la ofensiva republicana.
El encuentro no garantiza victoria, pero marca un giro estratégico: el reconocimiento explícito de que el tiempo se acaba y que cualquier división, silencio o ambigüedad podría sellar un resultado que muchos dentro del sector temen desde hace meses.
En un escenario polarizado, con un balotaje incierto y un oficialismo debilitado, la unidad ya no es una opción: es la única posibilidad para evitar un quiebre político mayor.
